lunes, 18 de mayo de 2009

El patio de atrás de la Iglesia Catolica

Casi siempre que voy a las librerías y veo que existe tanta exitosa variedad de obras similares, discípulas, o con influencias del tipo “El código Da Vinci” que manosean títulos que dicen nombrar el mas último de los secretos con sabor y olor a pergamino medieval arrugado, me queda la misma sensación rondándome en el cuerpo. (Especialmente tambien en estos días con el estreno de “Ángeles y demonios”)

Si en vez de tanto Código Da Vinci que se vende como pan caliente desde Moscú hasta tierra del fuego, la gente viera el Código da Ronaldo Muñoz, El Código da Esteban Gumucio, El Código da Knibily o el Código da Mariano Puga, sacerdotes todos, empezarían a arder los corazones de la humanidad; de fuego, color, movimiento, esperanza, justicia, amor y lucha. La gente miraría que el mismo Jesús vivo y real se pasea por detrás de donde las cámaras de televisión alcanzan a filmar. Con un mensaje así, da lo mismo si se casó con Maria Magdalena o no!, porque Jesús es la Señora de la población la victoria que tiene que trabajar duro para llenar la olla y darle de comer a sus hijos. Ese es Jesús. Te lo encuentras en la feria gritando “cebolla” mientras los científicos del primer mundo siguen buscando algo en la su vacío sepulcro. Pero para el best seller europeo eso no existe. Ven la fachada de la Iglesia y no el patio de atrás. Nos sacan en cara el mármol, el oro, el poder y lujo que tiene el Vaticano y quizás ni se imaginan que hay curas y monjas de bicicletas y sandalias, llenos de alegría y solidaridad poblacional. Sin televisión que los filme, que trabajan su huerta en silencio, que marchan por la paz, hacen liturgias en arquitecturas circulares y comunitarias como los primeros cristianos y toman té con las señoras solas; visitan los basurales sin sotana y dan palabras de esperanza y apoyo anónimamente. ¡Que ganas de gritar que hay algo escondido, pero no sé como hacerlo!. Lo digo especialmente por lo que he leído de Antoine Knibily, por lo que vi en Mariano Puga, por lo que escribe Ronaldo Muñoz, por lo apasionado de Esteban Gumucio. Quiero ver a Dan Brown en una Misa en la Legua, o escuchando la cantata de los derechos humanos de Esteban Gumucio. Esos luchadores ya han vivido bastante y están en el patio de atrás de la Iglesia, no con los famosos ni con los best sellers. Con los no-filmados, con los que no tienen tiempo para estar en Holywood porque están preparando arroz para los hijos del vecino. Los medios de comunicación filman la fachada y no el patio de atrás donde está lleno de fuego. ¡Así es como hay pocas vocaciones sacerdotales!

Muero por decirles a los escritores de best sellers que existe un patio de atrás secreto (Y eso que yo he visto solo un poquito de este lugar ignorado) para ver la reacción que puedan tener. Imagino a Dan Brown siendo crucificado por sus lectores luego de predicar que Jesús vive en los marginados después de visitar las favelas o los campamentos sudamericanos. Es una pena el hecho de que quizás muchos de esos escritores y sus lectores mueran sin saberlo. Cuéntenle a Dan Brown de Esteban, de Ronaldo, de Mariano, de Pablo Fontaine o de Knibily. Siento fuertemente que el fuego y la esperanza están más vivos que nunca, aunque los medios de comunicación nos traten de enfriar nuestra imagen. Por eso alzo mi bandera y grito, con las palabras de Esteban, a la ciencia, a los best-sellers, a Holywood y los poderosos medios de comunicación: ¡No nos robarán la esperanza!

miércoles, 6 de mayo de 2009

Minga con Jesús: 50 años del cura obrero

Con su amorosa invisibilidad y regalonéo místico, de alguna forma misteriosa, Dios me condujo hasta Chiloé junto a varios ángeles de carne y hueso también llamados amigos.

El pasto del lugar de la celebración era fosforescente. En un lugar escondido que no sale en el mapa se levanta una iglesia chilota y unas tres casas de tabla, donde vive a puras sandalias el Padre Mariano Puga. Las puertas literalmente abiertas de su casa para el que desee entrar y pan y té que se multiplicaba y multiplicaba al igual que la torta para el que quisiera. Quizás algo parecido al Reino de los Cielos.
Después de haber entrado a la casa del cura, habernos comido unos panes y tomar té nos acercamos con el Lalo a la puerta de la iglesia de madera. Era de noche y en la puerta se escuchaba el predicar de una voz central y un montón de personas alrededor. Los pelos se nos pusieron de punta ya que probablemente nuestras orejas estaban siendo bañadas en ondas sonoras pronunciadas por un santo revolucionario de la pobreza y la consecuencia cristiana. Entramos a una iglesia de desafiaba fuertemente las estructuras tradicionales. Fue ahí, esa misma noche, donde a través del padre Mariano se celebró un bautizo y se hizo bailar a toda la asamblea al son de su acordeón. Baile, música, señoras y hombres de pueblo que comparten la palabra. Sin cursos bíblicos ni licenciaturas en teología. Puro corazón, pura fiesta, puro amor, puro fuego. “Saquemos toda la mierda de nuestros corazones” gritaba el sacerdote. Y yo con la boca abierta. Nunca en mi vida había ido a una celebración así. Y por supuesto Dios, ese Dios inquieto y lleno de fuego nos seguía desafiando cuando al otro día bajo la mirada de las aves, con un silencio extraño, similar al que deben haber guardado los profetas antes de expresar sus discursos, el Padre Mariano leyó las bienaventuranzas de Jesús y fue como si mis oídos las hubiera escuchado por primera vez. Las letras eran de piedra. Las toqué con mis propias manos. Y el motor: de fuego. Santo fuego que producía inquietud en los corazones. Aquel hombre de sandalias que dormía en una cama de tablas, que llegaba a tener los pies azules de frío, que tocaba acordeón como el mejor mexicano de Guadalajara y que conducía su repertorio humorístico de maravilla nos electrocutaba con el Evangelio, Sin duda Jesús le quemaba la lengua y por eso no insistía que repitamos “¡no se puede servir a Dios y al dinero!, ¡no se puede servir a Dios y al dinero!” Repetir eso a campo abierto no me hace envidiar el grito de ningún rockero. Y ahí pude entender cómo somos una masa de cristianos que estamos sedientos de consecuencia, de ver hombres que se acerquen a la imagen de Cristo. Debo confesar que no lo vi solamente en Mariano. Veo consecuencia similar en algunos de mis amigos. Me lo dejaron más que claro allá. Cómo no amarlos.

Sin entender miro a Dios y le pregunto ¿Por qué Dios? he bailado, he reído (que manera de dan jugo en la van con los cabros, la cagó), he jugado, me he emocionado, he compartido, he contemplado, he conversado, he abrazado, he estado en una fiesta que trescientas personas hacen en tu nombre, pero ¿Por qué yo he sido bendecido? Y si me has hecho este regalo, ¿que puedo hacer con él? Comunicarlo e invitar a la gente a que viva lo mismo, anunciar una gran esperanza y repartir el fuego que un día me llegó a mí a través de anónimas(os) y santas(os).

no me queda otra cosa que decir que: ¡puta Mariano que nos hiciste bacilar con tu acordión y vibrar con el Evangelio!