De larga historia fuimos hiriendote,
en el comienzo, en el medio y el final
pecado a pecado, clavo a clavo.
No fueron sólo los malvados de tu tiempo;
yo tambien iba con ellos.
Te llevaban prisionero; yo tambien iba con ellos;
te clavaban en la cruz: yo te clavaba
te insultaban malherido: te insultaba
y en la soledad del monte me quedaba indiferente
a dejar que muriera escarnecido un inocente,
mi mejor amigo, Jesucristo de la gente.
Te clavaba mi silencio ante el hombre torturado;
en mi hermano con hambre, mi silencio te insultaba.
Seguimos hoy día martillando,
pecado a pecado; clavo a clavo,
al Señor del pueblo adolorido,
al Señor de los humildes humillados.
Te hemos visto traspasado
por los bidonvilles de París, crucificado,
por las chabolas,
y las favelas y por las "tomas",
los campamentos y las "callampas"
de Chile, de Brasil, de Colombia;
por los "pueblos jovenes" del Perú,
por las sarnosas ratas que circundan la gran ciudad,
por los cartones sucios que cubren el dolor de la miseria,
por las noches de frío, por los dias de calor.
Vi al pueblo de los pobres comprando el agua por litros
en las arenas pobladas de Lima,
a pocos metros de los jardines
y las fuentes de San Isidro;
pensé en la caña y en la esponja de vinagre
en los labios resecos de mi mejor amigo, Cristo.
Y vi a los niños de la ciudad cargando
leños y tablas del basural;
en sus carritos de malamuerte;
te veía a Ti subiendo la cuesta
con todas las cruces;
con todas las cruces que te levantamos.
Pero muchas cruces forman barricada;
y el pueblo sufriente encuentra entre sus filas,
las manos de Dios, el Victorioso.
Él es el Señor; su nombre brilla
en la frente sudorosa,
en la esperanza porfiada de los pobres.
No podréis ocultarlo, clavado, ahora,
en estas cruces, cada día;
no podréis borrar su sangre con mentiras,
titulares en vuestros periodicos,
en vuestra Televisión,
en lo alto del Calvario estáis gritando siempre:
"¡Marxista, comunista, blasfemo, terrorista!";
pero, en el templo, el Cristo de los pobres,
va rasgando el velo
y la cruz levantada rompe muros de mármol
y cajas fuertes,
sin odio, sin violencia;
porque el poder de los pobres
y la fuerza del pueblo se llama:
"Jesucristo, Nazareno, Rey de los judíos"
Ese nombre ha sido escrito en todas las lenguas
y sigue clavado como una bandera
en las afueras de todas las ciudades.
Esteban Gumucio ss.cc, Sacerdote.
en el comienzo, en el medio y el final
pecado a pecado, clavo a clavo.
No fueron sólo los malvados de tu tiempo;
yo tambien iba con ellos.
Te llevaban prisionero; yo tambien iba con ellos;
te clavaban en la cruz: yo te clavaba
te insultaban malherido: te insultaba
y en la soledad del monte me quedaba indiferente
a dejar que muriera escarnecido un inocente,
mi mejor amigo, Jesucristo de la gente.
Te clavaba mi silencio ante el hombre torturado;
en mi hermano con hambre, mi silencio te insultaba.
Seguimos hoy día martillando,
pecado a pecado; clavo a clavo,
al Señor del pueblo adolorido,
al Señor de los humildes humillados.
Te hemos visto traspasado
por los bidonvilles de París, crucificado,
por las chabolas,
y las favelas y por las "tomas",
los campamentos y las "callampas"
de Chile, de Brasil, de Colombia;
por los "pueblos jovenes" del Perú,
por las sarnosas ratas que circundan la gran ciudad,
por los cartones sucios que cubren el dolor de la miseria,
por las noches de frío, por los dias de calor.
Vi al pueblo de los pobres comprando el agua por litros
en las arenas pobladas de Lima,
a pocos metros de los jardines
y las fuentes de San Isidro;
pensé en la caña y en la esponja de vinagre
en los labios resecos de mi mejor amigo, Cristo.
Y vi a los niños de la ciudad cargando
leños y tablas del basural;
en sus carritos de malamuerte;
te veía a Ti subiendo la cuesta
con todas las cruces;
con todas las cruces que te levantamos.
Pero muchas cruces forman barricada;
y el pueblo sufriente encuentra entre sus filas,
las manos de Dios, el Victorioso.
Él es el Señor; su nombre brilla
en la frente sudorosa,
en la esperanza porfiada de los pobres.
No podréis ocultarlo, clavado, ahora,
en estas cruces, cada día;
no podréis borrar su sangre con mentiras,
titulares en vuestros periodicos,
en vuestra Televisión,
en lo alto del Calvario estáis gritando siempre:
"¡Marxista, comunista, blasfemo, terrorista!";
pero, en el templo, el Cristo de los pobres,
va rasgando el velo
y la cruz levantada rompe muros de mármol
y cajas fuertes,
sin odio, sin violencia;
porque el poder de los pobres
y la fuerza del pueblo se llama:
"Jesucristo, Nazareno, Rey de los judíos"
Ese nombre ha sido escrito en todas las lenguas
y sigue clavado como una bandera
en las afueras de todas las ciudades.
Esteban Gumucio ss.cc, Sacerdote.
2 comentarios:
El padres Esteban es uno de los pocos que podría transmitir de buena forma, el verdadero sentido de la semana santa, y por sobre todo de la pasión del Señor.
gracias por difundir su obra,saludos.
¡Felicas Pascuas! Y... que siga la fiesta.
Un abrazo de esperanza.
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