lunes, 15 de junio de 2009
lunes, 1 de junio de 2009
El Espiritu Santo y el humor
No es casualidad que el Espíritu Santo haya inspirado en
Tú, cristiano, y con mayor razón si eres religioso, puedes con tu humor, prepararle el camino al Espíritu para que te regale su gozo. Por ejemplo, serás feliz si no te tomas demasiado en serio, si dejas pasar la agresión, si tomas distancia de ti mismo y te asocias con el agresor para reírte con él de tu propia situación. Él quedará desconcertado y tú verás evaporarse tu indignación. Para la vida comunitaria, algo así es impagable. Si alguien destruye algo que te es querido, material o espiritual, si te arrebata aquello a lo que creías tener derecho, si en cualquier forma tratan de disminuirte, aprovecha ese momento privilegiado para acceder a la “perfecta alegría” que vivió san Francisco de Asís, dichoso cuando era humillado o despojado de su carga. ¡Qué bueno que te hayan quitado tal o cual aureola, tal o cual comodidad o te hayan inferido alguna oculta herida interior! Ése es tu salario, ahí está tu verdadera dignidad. ¡Pobre hombrecillo humillado, burlado o vencido! ¡Qué pequeño y divertido te ves! Pero ése es tu porte natural. Mira a tu maestro cuando se pone de rodillas para lavar los pies de sus discípulos, ¡mira qué estatura! Míralo después cuando se ríen a gritos de él y lo visten como a un rey de opereta.
El humor que te tiene a ti mismo como objeto se llama humildad. Es un humor que te sana, que sana a tu hermano, que sana al ambiente. Cuando te digan: ¡estás errado!, ¡qué mal lo has hecho!, ¡deja ese trabajo, ese lugar, no sirves para nada!, ¿podrás reírte diciendo: “Tienen ustedes toda la razón, no sé como agradecer tanta verdad”? Y si lo que dicen no es verdadero, es todavía más divertido. Ellos están equivocados, por lo tanto no hay lugar para la amargura.
Necesitas una buena dosis de humor para aceptarte cuando todo se oscurece, también la oración y el gusto de Dios. Entonces hay que quedarse quieto, silencioso, como adivinando que ahí en la oscuridad se esconde el Señor. Ahí puedes pensar como Juan: “Es el Señor”. Y puedes decirle: “Otra vez te callas y te ocultas, pero a mí no me engañas. Deja de jugar a las escondidas, o si quieres, sigue jugando. Yo me quedaré esperando, soñando, sonriendo, sabiendo que Tú estás siempre conmigo”. Necesitas más humor si la misión no resulta. Nuestros fracasos apostólicos pueden llevarnos a danzar como Zorba el griego, cuando se cae su construcción.
...son anunciadoras de la alegria que no tiene fin! :)
(Pablo Fontaine SSCC)