domingo, 25 de mayo de 2008
Palabras de Monseñor Romero: Un fuego que no se detiene
sábado, 10 de mayo de 2008
La pildora del noveno mes después
Entonces comprendemos que la maravillosa obra de los valientes hombres y mujeres que defienden a los inocentes niños que no pueden hablar desde el útero no se completa si no luchamos contra la píldora, pero contra la píldora de la terrible brecha socioeconómica que aborta a los pobres una vez que salen del útero: invisible y de repartición diaria.
jueves, 1 de mayo de 2008
Carta a un empresario
Pienso que no logrará serlo si no distribuye su ganancia entre quienes lo ayudaron a obtenerla, quedándose usted con lo necesario para llevar una vida modesta. Si usted emplea se dinero en darse una vida lujosa, o en asegurar la riqueza de sus descendientes por varias generaciones, o en invertir en nuevas empresas con trabajadores mediocremente pagados, el mensaje de Jesús no será para usted una buena noticia.
Usted dice que da trabajo a otros y que hace avanzar el país. Pero si el trabajo que usted “da” no tiene una remuneración proporcionada a sus ganancias, usted no hace mas que prolongar la pobreza y la opresión. Tampoco vale mucho desarrollar el país si sólo sirve a un grupo, mientras la masa queda ajena al banquete.
No le digo que elimine su empresa. Tampoco tiene usted derecho a hacerlo. Simplemente le propongo que lleve un estilo de vida modesto: no caiga en la tentación de aumentar su poder o dejarse llevar por el halago, reinvirtiendo su dinero en cosas en vez de hacerlo en humanidad, y no haga caer el peso de sus deudas en la parte mas débil que es la mano de obra.
No estoy proponiendo un sistema socialista, si por ello se entiende una forma coercitiva de distribuir los ingresos. Sólo le estoy pidiendo que renuncie voluntariamente a apropiarse de una buena parte de las ganancias y haga subir significativamente el nivel de sus trabajadores, aunque esto le traiga sacrificios.
Tampoco le propongo que los pobres reciban una ayuda asistencial y mantengan su sometimiento. Yo deseo una estructura socioeconómica diferente, en que sea respetada la dignidad de las personas, pero ignoro como se hace esto. Por eso propongo un pequeño paso que empieza a llamar a los ricos a lo que pueden hacer ellos desde ahora, sin pensar en grandes cambios de estructura.
¿Es necesario decirle que la pobreza es una realidad entre nosotros? Es curioso. Los que mas tienen son los que mejor hacen oír su voz para quejarse de lo mal que están. Pero uno los ve disfrutando de bienes que la mayoría no puede soñar.
Mi vecino, don Ernesto, se está muriendo. Trabajó toda su vida como inquilino con toda su sabiduría campesina e inteligencia, ahora muere pobre como empezó. Este trabajo no le valió para tener una mejor atención médica ni para dejar a su esposa un buen pasar. Mientras tanto, los diversos patrones que tuvo compraron y vendieron el fundo en que él trabajó, para hacer otros negocios. Ellos los que se enriquecieron con el azadón de don Ernesto, pueden quejarse de los impuestos del IPC, de las dificultades para importar. Don Ernesto no tiene como hacerse escuchar.
El Evangelio es para todos, pero no del mismo modo. A ustedes estimados señores, les pide que se conviertan y no se enriquezcan a costa de los otros. A los pobres les pide que se conviertan y no busquen su puro bien individual, sino que sean solidarios con los otros pobres.
Los cristianos estamos en todos los niveles y en todas las actividades de la sociedad, pero de tal modo nos hemos adaptado a una sociedad injusta, que ya no parece que el Evangelio tuviera una palabra verdadera y actual sobre ésta. Sin embargo, tenemos que seguir diciendo que si los ricos no comparten sus bienes no podrán salvarse, aunque repleten las iglesias, y tampoco nosotros si callamos.
Estas palabras brotan de una extrañeza. Extrañeza de ver que pasa el tiempo sin que los hombres ricos y que tienen fe en Jesús de Nazaret logren socorrer de un modo eficiente y digno a sus hermanos. ¿Cómo es posible que no vean que los pobres están en un “aluvión” permanente? ¿Qué no han visto sus casas y sus caras? ¿Qué no saben lo que ocurre cuando se enferman, cuando se casan y no hay posibilidad de tener un hogar propio, cuando nacen y mueren, cuando quieren descansar o veranear?
No son palabras destinadas a herirlo ni irritar a su grupo social. Solo quiero mostrarle un camino positivo para que vivan la alegría que Jesús prometió en las Bienaventuranzas.
Es lo que le desea su hermano.